A veces, las películas nos tocan el alma de una manera inesperada. Nos dejan con un nudo en la garganta, con el corazón latiendo más fuerte y con una pregunta dando vueltas en la cabeza: ¿Qué me quiso decir esta historia?
Eso me pasó con Flow, la película animada que acaba de ganar el Oscar a Mejor Película de Animación. Más allá de lo visual, que es una obra de arte, y de la música, que te envuelve, lo que realmente me conmovió fue su mensaje: todos somos diferentes, pero cada uno de nosotros tiene algo único para aportar.
Y si hay algo que en Apoyo Inclusivo repetimos siempre es esto: la inclusión no es un favor, es un derecho. Y la verdadera inclusión no pasa solo por abrir la puerta, sino por hacer sentir a cada persona que realmente pertenece y es importante.
Las diferencias no nos separan, nos completan
Uno de los momentos más lindos de Flow es cuando los personajes se dan cuenta de que, si bien no son iguales, juntos pueden hacer cosas increíbles. No importa si piensan, sienten o se mueven distinto, cuando se aceptan, acompañan y apoyan, la historia cambia por completo.
Esto también pasa en la vida real. Muchas veces nos enfocamos en lo que nos separa y diferencia y nos olvidamos de mirar lo que nos une. Nos quedamos con la idea de que “el otro es diferente” y no vemos que, en realidad, esas diferencias nos complementan y enriquecen. En el aula, en el trabajo, en la sociedad, todos tenemos algo para aportar, todos merecemos un lugar. Es una oportunidad que hay que abrazar.

Los prejuicios son las verdaderas barreras
En la película, los personajes enfrentan desafíos, pero no por lo que son, sino por cómo los ven los demás. No encajar en lo que se espera de uno puede ser más difícil que cualquier obstáculo real.
Y esto no pasa solo en la ficción. ¿Cuántas veces un niño con discapacidad no es invitado a un cumpleaños porque “es complicado o difícil”? ¿Cuántas veces un alumno no recibe las herramientas que necesita porque “igual nunca va a aprender como los demás”? ¿Cuántas veces nos quedamos con la primera impresión y no nos tomamos el tiempo de conocer de verdad al otro?
La verdadera inclusión no es solo poner una rampa o hacer una adaptación curricular. Es mirar al otro sin etiquetas. Es preguntarnos ¿Qué necesita para sentirse parte?¿Qué barreras, visibles o invisibles, le estamos imponiendo? ¿Cómo podemos hacer que su voz sea escuchada? ¿Estamos realmente dispuestos a cambiar nuestras formas para incluir a todos?
El apoyo lo cambia todo
Si hay algo que me quedó grabado de Flow es que cuando alguien cree en vos, todo cambia.
Hay una escena que donde el gato, acostumbrado a valerse por sí mismo, es arrastrado por la corriente. Lucha, se esfuerza, pero no puede salir. Y cuando parece que todo está perdido, los otros animales, con quienes no siempre tuvo la mejor relación, se acercan y lo ayudan sin dudar. No esperan que lo pida, no cuestionan si lo merece. Simplemente están ahí. Y gracias a ese accionar, se salva.
La vida no es muy diferente a ello. Nos recuerda que nadie avanza solo. Ni en la educación ni en la vida. Detrás de cada niño que se anima a intentar hay una familia que lo impulsa, un docente que le da confianza, un amigo que le extiende la mano. Cuando el entorno acompaña, la persona florece.
En la inclusión, esto es clave. No alcanza con abrir una puerta si del otro lado hay miradas que juzgan. Un buen docente, un entorno que acompaña, un compañero que no discrimina… esos pequeños gestos pueden marcar la diferencia entre sentirse parte o sentirse invisible.
Por eso, desde Apoyo Inclusivo, creemos que la inclusión no es un esfuerzo individual, sino un tejido que se construye entre todos. Porque cuando el entorno acompaña, la persona florece.

La huella de Flow: inclusión, empatía y comunidad
Cuando terminó la película, me quedó una pregunta dando vueltas en la cabeza: ¿Qué mundo estamos eligiendo construir?
Un mundo donde solo encajan los que cumplen con ciertas reglas o expectativas predefinidas, o uno donde cada persona pueda encontrar su lugar, con sus propios tiempos, formas y esencia.
La inclusión no es solo una moda para poner en un discurso, es algo que tenemos que practicar a diario. Se trata de cómo miramos al otro, de cómo hablamos, de cómo hacemos espacio para que cada uno se sienta libre de ser quien es, sin miedo.
Y a vos, ¿Qué te dejó Flow? ¿Cómo podemos, en lo cotidiano, hacer que más personas se sientan parte? Porque al final, todos buscamos lo mismo: ser aceptados tal como somos, sentir que valemos y saber que, de alguna manera, somos importantes.