El derecho a la educación inclusiva está reconocido a nivel internacional y en la legislación de muchos países, incluyendo Argentina. Sin embargo, aún hoy, muchas familias enfrentan situaciones en las que las escuelas rechazan la inscripción de niños y niñas con discapacidad o no garantizan un acceso real a la inclusión. En este artículo de Apoyo Inclusivo, exploraremos qué pueden hacer las familias ante estas situaciones, los argumentos que suelen presentar las escuelas y cómo actuar para asegurar el derecho a la educación inclusiva.
La educación inclusiva y su marco legal
En Argentina, la Ley de Educación Nacional N.º 26.206 establece que el sistema educativo debe garantizar la inclusión de todos los estudiantes, incluyendo aquellos con discapacidad. Además, la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada por Argentina mediante la Ley N.º 26.378, refuerza el derecho de los niños y niñas con discapacidad a acceder a la educación en igualdad de condiciones.
Asimismo, la Resolución N.º 311/16 del Consejo Federal de Educación establece criterios para la inclusión de estudiantes con discapacidad en escuelas comunes, garantizando apoyos y ajustes razonables.
Desde Apoyo Inclusivo, promovemos la difusión de estos derechos para que más familias conozcan sus herramientas y puedan exigir su cumplimiento.

Datos actuales sobre la inclusión educativa en Argentina
Según datos recientes, aproximadamente el 56% de los estudiantes con discapacidad en Argentina asisten a escuelas especiales, mientras que el 44% están en escuelas comunes. Este dato refleja la necesidad de continuar trabajando hacia una educación más inclusiva.
Argumentos que suelen presentar las escuelas
Algunas instituciones, tanto de gestión pública como privada, pueden intentar justificar la negativa a la inclusión con argumentos como:
- “No estamos preparados”: Las escuelas tienen la obligación de capacitarse y adaptar sus propuestas para garantizar el derecho a la educación de todos los estudiantes.
- “No tenemos personal de apoyo”: El Estado y las instituciones deben gestionar los recursos necesarios para la inclusión, como maestras de apoyo a la inclusión o equipos de orientación escolar.
- “Va a estar mejor en una escuela especial”: La educación especial no debe ser la única opción. La familia tiene derecho a elegir la modalidad educativa que mejor se adecue a su hijo o hija.
- “No tenemos cupo”: La falta de cupo no puede ser un argumento para discriminar o excluir a un estudiante por su discapacidad.
¿Qué hacer si una escuela rechaza la inscripción de un niño con discapacidad?
Si una escuela niega la inscripción o no garantiza los apoyos necesarios para la inclusión, las familias pueden seguir estos pasos:
- Solicitar la negativa por escrito: Si la negativa se dio de manera verbal, pedir que sea formalizada por escrito. Esto puede ser clave para futuras gestiones.
- Consultar en la supervisión escolar: En el caso de escuelas públicas, contactar a la supervisión correspondiente (que depende del Ministerio de Educación de cada jurisdicción) para denunciar la situación y solicitar una intervención.
- Realizar una denuncia ante organismos oficiales: En Argentina, se pueden presentar reclamos ante el Ministerio de Educación provincial o nacional. También se puede acudir a organismos de derechos humanos o defensorías del pueblo.
- Buscar asesoramiento legal: Existen organizaciones de la sociedad civil y equipos jurídicos especializados en derechos de las personas con discapacidad que pueden orientar a las familias.
- Hacer visible la situación: A veces, la difusión de estos casos en redes sociales o medios de comunicación ayuda a que las instituciones respondan.

Casos reales que reflejan la falta de inclusión
Caso 1: Felipe y la negativa de una escuela privada
Lucía, madre de Felipe, un niño con autismo, intentó inscribirlo en una escuela privada en Buenos Aires. En la entrevista inicial, la directora le comentó que “no tenían experiencia con niños con TEA” y que “quizás una escuela especial era mejor para él”. Lucía, informada sobre los derechos de su hijo, solicitó la negativa por escrito, lo cual la escuela se negó a proporcionar. Luego, se comunicó con la supervisión educativa y presentó una denuncia ante el Ministerio de Educación. Gracias a esto, la escuela reconsideró su postura y aceptó a Felipe, comprometiéndose a implementar ajustes razonables.
Caso 2: La expulsión de un niño con discapacidad por “bajo rendimiento”
Tomás, un niño con discapacidad intelectual leve, asistía a una escuela privada con una trayectoria de integración exitosa. Sin embargo, en tercer grado, sus padres recibieron una notificación informándoles que su hijo no podía continuar en la institución porque “no alcanzaba los objetivos académicos esperados”. La escuela argumentó que el nivel de Tomás afectaba el desempeño del grupo y que “lo mejor para él” era cambiarse a otro colegio.
Esta decisión no solo fue ilegal, sino que también vulneró el derecho de Tomás a la educación y la no discriminación. Sus padres presentaron una denuncia ante el Ministerio de Educación y, con el apoyo de organizaciones de derechos de la discapacidad, lograron que la escuela revocara la expulsión y aplicara un plan de apoyo ajustado a sus necesidades.
Caso 3: Sofía y la falta de continuidad en las configuraciones de apoyo
Sofía es una estudiante de 9 años con discapacidad intelectual que asiste a una escuela primaria pública. Durante el año anterior, su maestra de apoyo trabajó junto a la docente de grado para implementar estrategias que le permitieran participar activamente en clase: uso de pictogramas, adaptación de textos a lectura fácil y una rutina visual para organizar sus tareas diarias.
Sin embargo, al iniciar el nuevo ciclo lectivo, Sofía se encontró con un nuevo docente de grado que no tenía en cuenta las configuraciones de apoyo previamente trabajadas ni el Proyecto Pedagógico Individual de la estudiante. Cuando la maestra de apoyo estaba en el aula, se aseguraba de implementar las estrategias necesarias, pero en su ausencia, la enseñanza volvía a ser tradicional, sin tener en cuenta las necesidades y formas de aprender de Sofía. Además, en varias oportunidades, la enviaban a otra sala para “no interrumpir la dinámica del grupo”.
Al notar esto, su familia solicitó una reunión con la dirección de la escuela para plantear la necesidad de que la docente de grado se comprometiera con la continuidad del proyecto pedagógico, ya que la maestra de apoyo no estaba presente toda la jornada escolar. Con el acompañamiento de la supervisión escolar y la intervención de profesionales externos que trabajaban con Sofía, la escuela acordó implementar las estrategias de manera sistemática y capacitar al equipo docente en educación inclusiva.
Desde Apoyo Inclusivo, destacamos la importancia de que las familias conozcan sus derechos y no se dejen amedrentar ante este tipo de negativas.
Conclusión
La inclusión educativa es un derecho, no un favor. Las familias no están solas en este camino y existen herramientas para hacer valer los derechos de sus hijos e hijas. Casos como el de Felipe, Tomás y Sofía, demuestran que aún queda mucho por hacer, pero también que es posible revertir situaciones de exclusión cuando las familias se informan y actúan.
Desde Apoyo Inclusivo, alentamos a todas las familias y docentes a informarse, exigir el cumplimiento de la ley y construir espacios educativos verdaderamente accesibles para todos.
Referencias
- Ley de Educación Nacional N.º 26.206: Establece la obligatoriedad de la educación inclusiva en Argentina.
- Ley N.º 26.378: Ratifica la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
- Resolución N.º 311/16 del Consejo Federal de Educación: Establece criterios para la inclusión de estudiantes con discapacidad en escuelas comunes.
- Informe sobre Educación Inclusiva 2022